Fútbol Femenino
Muchas veces se escucha decir que ‘el fútbol es para los hombres’, sobre todo de boca de ellos, pero desde hace mucho tiempo ‘el fútbol es también para las mujeres’.
A fuerza de organización y trabajo, pero también de mucho sacrificio, con humildad y convicción y con muy poco apoyo, hemos sabido ganarnos un lugar en el fútbol y fuimos dando pasos pequeños, pero firmes.
Un poco de historia
El deporte comienza como un juego lleno de pasión, sin fecha precisa. Pero ya por enero de 1964 en ‘Clarín’ se escribe que “en la Argentina hay un grupo de mujeres que juegan al fútbol. Y algunas de ellas lo hacen mejor que los hombres. Pero no corren detrás de la pelota por diversión, ¡son profesionales!”, y detalla las alternativas de un encuentro entre argentinas y uruguayas jugado en el estadio de Platense.
Este comienzo queda en un intento, al menos en el fútbol organizado.
Finalmente, el 16 de marzo de 1986, se funda la Asociación Argentina de Fútbol Femenino, pero recién tres años más tarde organiza el Campeonato Femigol, obtenido por el club Yupanqui, entre una veintena de equipos del área metropolitana.
En 1991 se juega el Primer Campeonato Oficial de Fútbol Femenino (Campeonato Metropolitano) organizado por la AFA, que consagró campeón, en esa primera edición, a River Plate.
Mi historia en el fútbol
Mi nombre es Claudia Elsener, nací en la ciudad de Rafaela, en la provincia de Santa Fe, pero siendo muy chiquitita mis padres me llevaron a la ciudad de Sunchales, en donde pasé la mitad de mi vida. Ya desde niña jugaba, entremezclada con los varones, en la canchita de mi barrio, 9 de Julio.
Esa fue mi única manera de darle rienda suelta a mi pasión por el fútbol, hasta 1987, cuando comenzó a organizarse el fútbol femenino en Sunchales, ya que en la zona ya se jugaba desde hacía un tiempo.
Y fue precisamente en mi querido barrio que comencé a practicar en un equipo de mujeres. Así, 9 de Julio también tenía su representante femenino en el fútbol. Recuerdo que cuando llegué por primera vez a la canchita en donde practicaban las chicas y me presenté, como había otra Claudia tuve que adoptar un apodo. Yo jugaba al básquet en el Club Deportivo Libertad y una de mis compañeras me decía "Arañita". Mis nuevas compañeras de fútbol lo tomaron pero no el diminutivo, finalmente quedó "Araña" y a partir de allí, no sólo mis compañeras sino también las chicas de los demás equipos comenzaron a llamarme con ese apodo, pero sólo en esta primera etapa, después pasé a ser simplemente Clau, hasta que me "rebautizaron" Bichi. Entrenábamos 3 veces por semana bajo la conducción técnica de Héctor Celis, mi primer DT en el fútbol. Muchos ejercicios físicos, trabajos con pelota y finalmente el esperado partido.Conforme transcurrían las prácticas nos fuimos organizando cada vez mejor dentro de la cancha, asimilábamos muy bien todas las enseñanzas y los progresos se notaban en cada práctica.
Sólo esperábamos ser invitadas a algún torneo para plasmar todo lo que estábamos aprendiendo. Y esa invitación llegó por fin, era para participar en el Torneo de Fútbol Femenino que organizaba el Club Deportivo Libertad de Sunchales, en su estadio, el domingo 4 de octubre de 1987. Se jugaba en dos categorías: Juveniles y Mayores. Yo, por edad, formé parte del equipo juvenil.
Ese día, bien temprano, nos reunimos en el domicilio de nuestro entrenador y desde allí partimos todos juntos hacia el club. Recuerdo que cuando llegamos, las jugadoras de los otros equipos participantes nos miraron como si fuésemos bichos raros. Claro, nunca nos habían visto en torneo alguno, éramos las ‘nuevas’, las principiantes, el equipo fácil al que todos derrotarían y por goleada.
Nos ubicamos en un lugar, junto a familiares y amigos que habían ido a vernos y a alentarnos, a la espera del gran debut.
Luego de realizado el sorteo correspondiente, nos dieron la noticia de que integrábamos la Zona 2, junto a dos equipos de la ciudad de Rafaela: Argentino Quilmes A y Sportivo Norte (nada más y nada menos que el mejor equipo de la categoría, el gran candidato a quedarse con el campeonato).
Nos corrió un frío por el cuerpo, pero bueno, nos había tocado así y teníamos que jugar.
A la cancha... hora de jugar
Y llegó el momento tan esperado... nuestro técnico nos ‘llamó’ al vestuario para cambiarnos. En ese instante nuestros corazones latían a 1000 y teníamos los nervios a flor de piel, y hacia allí fuimos.
Tengo muy vivo el recuerdo de ese primer vestuario... olor a aceite verde y átomo desinflamante -con los que Miguel ‘Kuki’ Blanco, masajista, ayudante de campo y sobre todo amigo, nos ‘preparaba’ las piernas para evitar lesiones musculares- mezclado con el aroma de desodorantes y perfumes, porque jugar al fútbol no significa dejar de ser mujer, con todo lo que ello implica en cuanto a coquetería.
Mientras cumplíamos con el ‘ritual’ de vendarnos los tobillos, acomodarnos las canilleras y vestirnos de futbolistas -con las camisetas verdes que nos prestara el Club Atlético Unión de Sunchales muy amablemente ya que aún no teníamos las propias- nuestro DT trataba de quitarnos presión ante el debut y justo contra el mejor. Nunca olvidé sus palabras: “-No piensen que ellas son las mejores y ustedes las que recién empiezan. Piensen que sólo son 11 chicas contra 11 chicas. Salgan a la cancha y traten de hacer lo que practicamos todo este tiempo, y si las cosas no salen no se pongan mal, diviértanse, que este es sólo el primero de muchos torneos que vamos a jugar”.
Y así fue, nos formamos en fila, ordenadas por número (yo debuté con el Nº 7 en la espalda) detrás de quien llevó la cinta de Capitana en ese momento: Claudia Herrera, y salimos a la cancha. Ese fue un momento mágico, de una emoción indescriptible, aplausos, gritos de aliento, y nosotras en el centro de la cancha saludando a la gente con los brazos en alto... ¡inolvidable!
A medida que pasaban los minutos mayor era el asombro, de las rivales, de la gente y el nuestro propio, porque no era ‘baile’ como pensaban... es más, les costó mucho llegar a convertirnos el primer gol. Después nos hicieron 2 más, pero lejos de bajar los brazos, nos fuimos para adelante y conseguimos lo impensado... hacerles un gol, era el descuento, el gol del honor, y lo gritamos con el alma, como si hubiese sido el gol del campeonato.
El partido terminó con derrota para nosotras 1-3, pero nos quedó la satisfacción de haber entregado todo en la cancha, de haber hecho un papel realmente decoroso, y con una satisfacción aún más grande para mí, ya que hice ese primer gol del equipo... mi primer gol.
Después de ese partido jugamos ante el otro integrante de la zona: Quilmes A. Esta vez fue diferente, como si ese gol convertido ante el mejor nos hubiese inyectado un plus de confianza en nuestras fuerzas y jugamos un partido increíble, a tal punto que empatamos 2 a 2. Doble satisfacción otra vez porque no perdimos y porque nuevamente fui yo la goleadora logrando las 2 anotaciones.
Al terminar empatadas debimos definir la clasificación a penales y ahí perdimos. Fue una desilusión, sí, pero nadie nos quitaba la satisfacción de haber hecho un papel verdaderamente decoroso en nuestra presentación.
Así terminaba para nosotras ese día tan especial, el de nuestro debut en un torneo de fútbol femenino, con un balance más que positivo, ya que cumplimos un muy buen papel para alegría propia y la de ese puñado de gente que se acercó al club a alentarnos y que terminó con las palmas de las manos enrojecidas de tanto aplaudirnos. Nuestro sueño ya era una realidad y ese fue sólo el comienzo.
Esta es la síntesis de ese primer torneo:
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